Venecia

Venecia era una ciudad que no estaba en mis planes iniciales, pero que finalmente fue incluida ante la insistencia de mucha gente (aseveraciones y cuestionamientos del tipo de: “no podés no ir a Venecia”, “Nah… a Venecia tenés que ir!”, “Vas a Italia y no vas a Venecia?!?!” y así por el estilo) Además tenía que ir a buscar una piedrita para Chuchi! (ya la tengo, y es importante aclarar que la tenía antes de que me lo recordaras. Además no es una piedrita cualquiera, es Premium!)

Y la verdad es que estuvo buenísimo! Es un lugar del que uno escucha hablar toda la vida, pero cuando estás ahí es muy bueno, ves los canales y pensás: “quién fue el limado al que se le ocurrió esto?!?!”

Anduve por la Plaza e Iglesia de San Marco, en el Palacio Ducal donde está el Puente de los Suspiros (por cierto, estaba en reparación o algo así, y no tuvieron mejor idea que ponerle alrededor unos hermosos y gigantes carteles publicitarios…). Caminar por Venecia no es una empresa sencilla. La ciudad se asemeja bastante a un laberinto. Muchas veces llegas a calles sin salida después de caminar varias cuadras. O podes estar varios minutos buscando un puente para pasar al lado de enfrente!

Otro aspecto llamativo son los Vaporettos (lanchas-colectivo). El Vaporetto es paradójico por ser a la vez el medio de transporte más caro y más barato de toda Italia: el viaje sencillo cuesta 6,50 Euros… pero nunca nadie jamás te pide el boleto ni lo necesitás para pasar ningún molinete, con lo cual el Vaporetto es gratis! Gracias a los consejos de Caro y Ficky, mis recientes amigos Cordobeses que ya habían estado en Venecia, solo compré un boleto “por si las moscas” y navegué en Vaporetto para todos lados.

En fin… no mucho más que contar de Venecia. Ah, en el hostel conocí a Marcelo, un Argentino que está viviendo en Madrid y que tenía conocidos en Luján (el mundo es un pañuelo!)